Lágrimas silenciosas se derramaban lentamente y caían en el
pozo sin fondo de mi corazón...
Una tras otra resbalaban por mi cara, como un río que fluye,
no dejaban de brotar...
Quería gritar, pero siempre acababan siendo gritos ahogados
en el alma… Gritos que nadie podía escuchar, sólo en mi cabeza resonaban.
Mi cuerpo me pedía echar a correr… me levante… eché a andar…
empecé a correr… y me paré.
Paré en seco y me di la vuelta, volví a mi rincón y seguí
llorando…
Me sentía estúpida, pero sabía que si salía corriendo
después me arrepentiría de ello.
Me sentí idiota al hundirme entre mis lágrimas en el rellano
de aquella escalera dónde solo estaba yo. En un punto muerto del que no sabía
salir y miles de ideas pasaban por mi cabeza.
Todas me acababan diciendo que era idiota por sentirme así,
por sufrir demasiado, por sentir demasiado; por equivocarme otra vez, por tener
una esperanza que no llevaba a nada.
Y allí estaba… tirada en el suelo… seguía llorando y
preguntándome cómo había llegado hasta allí, por qué estaba allí… Sin nada ni
nadie… Nadie que me ayudara a levantarme y seguir adelante…
Al final sólo me quedaba esperar, coger fuerzas de dónde no
las había y salir sin más, y seguir un día más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario