Como un vaso medio vacío algunas noches…
Un vaso que cayó y se rompió en mil pedazos…
Un vaso que fue recuperando sus pedazos, que reconstruyó su
alma, aunque después de aquello… nunca volvió a ser él mismo…
Y tiempo después se volvió a caer… y más tarde otra vez… y
otra vez… y cada vez, era más difícil recomponerse.
Recoger cada pedazo en su lugar correspondiente, dónde al
final del camino siempre queda una herida; un lugar resquebrajado que, lentamente,
se hacía un poco más grande; y dolía un poco más…
Pero el vaso ahí seguía, con su herida y su soledad…
Se llenaba… nunca conseguía estar completo…
Se llenaba… una parte siempre se derramaba…
Se llenaba… siempre faltó algo que de verdad la llenara…
Pero él seguía su curso y dejaba que lo llenaran, aun cuando
la herida afloraba, el agua se derramaba, y el viento lo volvía a tirar…
Aun cuando la soledad era lo que le llenaba y se
resquebrajaba un poco más…
Dejaba que la marea lo impulsara y lo llevara a alta mar, donde
pensaba una y otra vez cuál era su hogar… en si algún día volvería a amar… si,
esa herida que llevaba con él, lo haría parar… si algún día se rompería y no
encontraría los pedazos que le faltaban… si algún día se perdería para siempre
y se quedaría solo de verdad…
Quizá, si todo terminara alguna manera, sería más fácil,
podría descansar… eso quería pensar.
Pero sólo se quedó en pensamientos olvidados con el viento,
y volvió a su rutina, a sus días con sus heridas, con sus lluvias y sus días de
sol, dónde la noche era oscura y siempre escondía su dolor enterrado bajo una
sonrisa.